El presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, ha empeñado su capital político en los avances diplomáticos espectaculares que ha logrado con Corea del Norte así como en organizar tras bambalinas las cumbres entre los mandatarios estadounidense y norcoreano.
Pero luego de meses de impasse en las conversaciones sobre el armamento nuclear norcoreano, la presidencia de Moon se encuentra en una encrucijada cuando el presidente Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong Un se aprestan a reunirse por segunda vez la semana próxima.
Moon, un liberal que asumió en mayo de 2017, busca desesperadamente una salida para seguir avanzando en las relaciones con el Norte que han impulsado la diplomacia tripartita, pero están estancadas debido a las duras sanciones impuestas a Pyongyang. Los partidarios de Moon esperan que los progresos de Trump y Kim en materia nuclear permitirán el levantamiento parcial de las sanciones necesario para que las dos Coreas reanuden proyectos económicos conjuntos que han quedado encajonados.
Pero la mitigación rápida de las sanciones a la que aspira Moon bien puede verse postergada.
No está claro si Kim está dispuesto a negociar la entrega de sus armas nucleares, y Washington considera que la presión económica sigue siendo la mejor manera de presionar a Pyongyang. Si fracasan las negociaciones nucleares, Moon bien podría verse inmerso en el dilema de seguir profundizando las relaciones con el Norte o sumarse a una nueva campaña de presiones liderada por Estados Unidos.