La policía federal brasileña estaba por escuchar el viernes los testimonios del expresidente Michel Temer y de su exministro Wellington Moreira Franco, un día después de que ambos fueran arrestados como parte de la creciente investigación sobre la corrupción en el país.
Desde su inicio en marzo de 2014, la llamada investigación Autolavado ha incriminado a varios políticos y empresarios del país sudamericano, entre ellos el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, que actualmente cumple una condena de 12 años. También ha enviado a la cárcel a prominentes empresarios y políticos.
Temer, de 78 años, fue detenido el jueves por cargos de corrupción. Los fiscales dijeron que la empresa constructora Engevix le pagó sobornos a cambio de un contrato para construir una planta de energía nuclear en la ciudad de Angra dos Reis, en el sur del estado de Río de Janeiro.
El máximo tribunal del país también bloqueó una decisión que permitió a un grupo de trabajo gestionar cientos de millones de dólares recuperados de escándalos de corrupción en la empresa estatal Petrobras.
Aunque fiscales y jueces involucrados en la investigación ven la detención de Temer como una gran victoria después de esos reveses, otros en Brasil criticaron la decisión del juez federal Marcelo Bretas de arrestarlo.
“El Autolavado está tratando de desviar la atención del descrédito en el que estaba cayendo”, dijo da Silva en Twitter el jueves por la noche. “El grupo de trabajo no necesita pirotecnia para sobrevivir, necesita sobriedad”, agregó.
Luis Henrique Machado, profesor de Derecho en la Universidad IDP de Brasilia, dijo que el arresto del expresidente, que era muy impopular, por “motivos absurdos”, parecía ser una respuesta a los recientes golpes de los tribunales.