Pero cuando el vicepresidente se abocó a lo que había venido a hacer a York, Pensilvania –promover el nuevo pacto comercial de Estados Unidos con México y Canadá– los presentes se entusiasmaron. Y cuando llegó al momento de exhortar al Congreso a que aprueba el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, la audiencia lo aplaudió.
Pence está abocado a impulsar la prioridad legislativa más importante del gobierno para este año, la aprobación del pacto comercial que reemplazará al viejo TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte, NAFTA en inglés). Mientras Trump libra una guerra comercial con China y amenaza con empezar otra con México, Pence recorre el país tratando de recabar apoyo para el acuerdo de libre comercio. Mientras su jefe habla de cobrar aranceles a las importaciones, Pence visita sitios como Eau Claire (Wisconsin) y Lebanon (Indiana), y habla de los beneficios que conlleva bajar esas tarifas.
El vicepresidente no se limita a buscar apoyo para el acuerdo comercial. También trata de mantener unido un Partido Republicano que mira con mucha aprensión las guerras comerciales de Trump. Las políticas del mandatario contradicen el apoyo tradicional de su partido a los mercados libres y podrían ahuyentar a un empresariado que siempre se ha inclinado por los republicanos e incluso a obreros que dieron la espalda a los demócratas y ayudaron a Trump a llegar a la Casa Blanca en el 2016.
Y Trump sigue siendo visto con escepticismo por bastiones de su partido. Su amenaza de imponer aranceles a las importaciones mexicanas si México no contenía el flujo de migrantes fue condenada incluso por la Cámara de Comercio, históricamente allegada a los republicanos.
Mientras que Trump trata de vender el T-MEC como un pacto nuevo que reemplaza al TLCAN, firmado hace 25 años y que él condenó durante su campaña presidencial, el acuerdo trilateral es tan solo una versión actualizada del viejo acuerdo, con algunos ajustes relacionados con la economía digital y protecciones adicionales para los trabajadores.
Los sectores industriales y agrícolas más afectados por el TLCAN y por el nuevo pacto son de vital importancia con miras a las elecciones presidenciales del 2020 y no es secreto que eso es lo que tiene en mente Pence. Sitios como R&J Johnson Farms, cerca de Glydon, Minnesota, un estado que ganó Hillary Clinton en el 2016 y que Trump espera conquistar el año que viene. Pence hizo una visita el mes pasado y exhortó al representante demócrata Collin Peterson a que haga fuerza para que su partido apoye el T-MEC.
Pence también recorrió en York, Pensilvania, la fábrica JLS Automation, que produce máquinas de empacado automático. Trump ganó en York por un margen de casi 2 por 1 en el 2016, pero ese apoyo mermó el año pasado.
Pence, un ex legislador, es bien conocido por representantes y senadores republicanos y también por grupos de presión, algo importante en vista de que Trump no quiere o no logra mantener la disciplina de un mensaje de campaña estratégico.
Si bien las medidas proteccionistas de Trump han consternado a muchos elementos de la comunidad empresarial, en particular la Cámara de Comercio, el T-MEC ha sido un factor unificador de la base republicana.
Miembro de un gobierno poco convencional, Pence ha hecho una docena de viajes en los últimos tres meses que responden a los principios básicos de una organización política. Conversó con líderes empresariales, fue a actos con obreros y dio entrevistas.
Observadores creen que ese plazo es poco realista.
Pero la Casa Blanca trata de evitar que el T-MEC sea tema de la campaña electoral y la función de Pence es alentar a los demócratas a que presionen a la presidenta de la cámara baja Nancy Pelosi para que someta el proyecto a votación.
Los republicanos, no obstante, admiten que es poco probable que los demócratas se expongan a darle a Trump lo que sería una sonada victoria política en la antesala de las elecciones.