“Esto nos ha preocupado demasiado y nos sentimos obligados a tomar medidas que permitan en el futuro erradicar esta violencia contra las hermanas”, dijo Morales tras concluir la reunión de gabinete de la que también participaron mujeres representantes de organizaciones sociales.
Se esperaba el anuncio de una declaración de alerta que garantizaría recursos directos, pero Morales informó que se optó por un plan cuyo presupuesto será analizado en las próximas semanas.
El gobernante también convocó a una movilización nacional para concientizar y sensibilizar sobre la violencia de género que incluya debates y charlas en colegios, sedes gubernamentales, empresas estatales y privadas y organizaciones sociales.
Bolivia es el país con la tasa más alta de feminicidios en América del Sur con dos por cada 100.000 mujeres, según un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de 2018 que incluyó a 19 países de Latinoamérica más España.
En lo que va del año se han registrado 73 feminicidios, la cifra más alta desde que en 2013 se aprobó una ley para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia. Pero el nivel de impunidad sigue siendo muy elevado y sólo 15% de los casos terminan con una sentencia judicial.
Alrededor del 40% de los casos policiales en Bolivia involucran violencia familiar y el abuso del alcohol está presente en el 90%, según un informe Ministerio de Gobierno del año pasado.
La Iglesia católica boliviana pidió que se trabaje para reducir la “impunidad de esos crímenes horribles y cobardes”.
Tania Sánchez, directora del Servicio Plurinacional de la Mujer y la Despatriarcalización “Ana María Romero”, dependiente del Ministerio de Justicia, dijo la semana pasada que los feminicidios son cada vez con más saña y más violentos.
A nivel mundial la violencia de género ha provocado masivas manifestaciones. En la vecina Argentina surgió en 2015 un movimiento conocido como “Ni Una Menos” que atrajo a miles de personas en apoyo a los derechos de las mujeres. Los movimientos en Bolivia han carecido del impacto del “Ni Una Menos” o el #MeToo de Estados Unidos.