Se trata de una gran prueba para el presidente Joe Biden al anular muchas de las medidas intransigentes del gobierno anterior.
El aumento obedece a una combinación compleja de factores en Estados Unidos y Centroamérica. Coincide con la decisión del gobierno de exceptuar a los menores no acompañados de la norma, relacionada con la pandemia, de expulsar gente del país sin darle la oportunidad de pedir asilo. A los niños se los entrega a “sponsors” (patrocinadores), en general sus padres o familiares cercanos, mientras se procesan sus casos en los atosigados tribunales de inmigración.
Las autoridades hallaron a 18.890 niños no acompañados en marzo, de acuerdo con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP por sus iniciales en inglés), muy por encima de los récords anteriores de 11.475 en mayo de 2019 y 10.620 en junio de 2014 reportados por la Patrulla Fronteriza, que empezó a difundir las cifras en 2009.
El enorme aumento de los niños —algunos de los cuales tienen tres años— que viajan solos y de las familias ha sometido a fuertes presiones a los centros de detención de la frontera, que no pueden retener a la gente por más de tres días, pero frecuentemente lo hacen. El gobierno se ha apresurado a buscar espacio y personal para cuidar de los niños hasta entregarlos a sus patrocinadores.
Muchos consideran que un huracán que se abatió sobre Centroamérica en noviembre agravó una situación ya afectada por la pobreza endémica y la violencia que reina desde hace décadas. Los cambios en las medidas desde que asumió Biden, sean realidad o rumor, también han afectado las decisiones de los migrantes.