Las autoridades han comenzado a aliviar de forma limitada un confinamiento en la ciudad que ha alterado la vida de millones de residentes y ha afectado al menos temporalmente a la economía de China. Muchos han estado confinados en sus departamentos durante tres semanas o más. En los primeros días de encierro, reportaron problemas para pedir comida a domicilio y precios más elevados en lo que podían conseguir.
La ciudad más grande de China registró unos 7.000 casos al día el sábado y domingo, por debajo del pico de 27.605 hace casi tres semanas, el 13 de abril. Shanghái reportó 32 muertes, lo que elevó la tasa de decesos a 454. La mayoría de las víctimas han sido personas mayores y muchos no estaban vacunados.
Incluso cuando muchos otros países alivian las restricciones por la pandemia, el gobierno chino se ha apegado a una estrategia “cero-COVID” que restringe los viajes, hace pruebas masivas en ciudades enteras y monta instalaciones temporales expandibles para intentar aislar a cada persona infectada. Los confinamientos comienzan en edificios y vecindarios pero si el virus se propaga rápidamente, se extiende a toda la ciudad.
Muchos expertos externos dicen que es tiempo de que China cambie el rumbo. Las cuarentenas ayudaron para ganar tiempo crítico al inicio de la pandemia, pero el cero-COVID ya no tiene sentido desde una perspectiva de salud pública e impone costos socioeconómicos, dijo Richard Reithinger, vicepresidente de salud global en RTI International en Washington, D.C.
“Seguir implementando una norma cero-COVID ahora, incluida una estrategia de confinamiento y restricción de viaje, es prácticamente como pretender que no aprendimos nada en los últimos dos años, ahora que hay opciones de tratamiento efectivas y varias vacunas están disponibles”, señaló.
Sin embargo, a los funcionarios chinos les preocupa que un brote masivo pueda saturar el sistema de atención médica y provocar más muertes, sobre todo entre las personas mayores no vacunadas.