Incluso antes de la victoria de Donald Trump en las presidenciales de Estados Unidos, Canadá ya había empezado a cerrar sus puertas a los migrantes. Ahora, organizaciones que trabajan con refugiados temen que las nuevas políticas canadienses y de la Casa Blanca empujen a los solicitantes de asilo a soluciones desesperadas y peligrosas.
Ante el desplome en las encuestas, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, está embarcado desde hace más de un año en un giro de 180 grados con respecto a las políticas migratorias que le llevaron al poder.
En 2017, cuando Trump llegó por primera vez a la presidencia de los Estados Unidos e implementó medidas para expulsar a miles de refugiados y ciudadanos de siete países de mayoría musulmana,Trudeau publicó en las redes sociales: “A aquellos que huyen de la persecución, el terror, la guerra, los canadienses les darán la bienvenida sin importar su fe. La diversidad es nuestra fuerza”.
Siete años después, los millones que Trump ha amenazado con deportar una vez regrese a la Casa Blanca en enero de 2025 no van a encontrar otro mensaje acogedor del primer ministro canadiense. Todo lo contrario.