Fábricas y negocios en todo el país cerraron desde finales de enero. Millones de familias recibieron órdenes de quedarse en casa y de acatar restricciones que han sido emuladas por países de todo el mundo.
El gobernante Partido Comunista insiste en que el brote, que en el país ha causado más de 82,341 enfermos y 3,340 muertes, está bajo control, pero el daño a la economía y a la vida cotidiana perdura.
Un ejemplo del dilema que agobia a muchos es Zhang Hu, un vendedor de camiones de la ciudad de Zhengzhou. El hombre de 27 años regresó a su trabajo, pero hay poca oportunidad de vender camiones debido a la escasa demanda y sus ingresos han bajado a la mitad. Al igual que muchas otras personas, ha tenido que reducir sus gastos drásticamente.
“Me olvidé de planes de comprarme otro auto y ya casi nunca salgo a comer o a divertirme”, expresó. “No tengo idea de cuándo va a mejorar la situación”
Las fábricas reabrieron en marzo luego que el presidente Xi Jinping visitó Wuhan, el epicentro de la enfermedad, como muestra de confianza en que la crisis estaba bajo control, pero los chinos, cuyo consumo es motor de la economía del país, siguen con miedo a perder sus empleos o a enfermarse. Por ello se niegan a gastar dinero, pese a la campaña oficialista para atraerlos a los centros comerciales y concesionarios de automóviles.
El gobierno difundirá el viernes sus más recientes datos económicos y se anticipa que reportará una contracción de 9% para el período enero-marzo, la más grave desde fines de la década de 1970.
Ello constituye un severo golpe para las compañías automotrices y otras grandes corporaciones que aspiraban a que China, tras ser la primera en cerrar sus negocios, guiaría al mundo hacia recuperación económica luego de la peor disyuntiva desde la Gran Depresión de la década de 1930.
“Lo que no se ha recuperado del todo, o simplemente ha desaparecido por completo, es la demanda”, observó el economista Louis Kuijs de Oxford Economics.
En Europa, los primeros pasos hacia una recuperación económica están también tropezando, pues la gente se mantiene alejada de las pocas tiendas que han reabierto o se niegan a salir de sus casas por temor a contraer la enfermedad. Las calles de Roma seguían prácticamente vacías esta semana a pesar de un gradual levantamiento de las restricciones que permitió la reapertura de algunos comercios.