El debate en torno a estos deportistas continúa y hace poco Martina Navratilova, militante de la causa de los gays y quien en 1981 reveló que era lesbiana, fue acusada de “transfóbica” por haber dicho que las mujeres transgénero, incluso las que se sometieron a tratamientos hormonales, tienen ventaja sobre otras deportistas.
“Un hombre puede decidir que es mujer, tomar hormonas si así lo exige su federación deportiva, ganarlo todo, hacerse tal vez rico y después dar marcha atrás con su decisión, volver a ser hombre y tener hijos si así lo desea”, escribió la legendaria tenista en un ensayo publicado por The Sunday Times de Londres el 17 de febrero. “Es absurdo, es hacer trampa”.
Los partidarios de la admisión de los deportistas transgénero reaccionaron furiosos. Una agrupación, Athlete Ally, sacó a Navratilova de su junta asesora y dijo que no volverá a usarla como embajadora.
“Las mujeres trans no buscan dominar el deporte femenino”, dijo Athelte Ally. “Son mujeres y quieren competir en el deporte que tanto quieren, igual que cualquier otro deportista”.
El COI (Comité Olímpico Internacional) permite a los deportistas trans competir en eventos que avala desde el 2003, pero hasta el 2016 les exigía que se sometiesen primero a operaciones de cambio de sexo. Bajo las nuevas reglas, las mujeres que pasaron a ser hombres pueden competir en las pruebas masculinas sin restricciones, pero los hombres que pasan a ser mujeres tienen que demostrar que sus niveles de testosterona han estado por debajo de cierto nivel antes de competir entre las mujeres
Helen Carroll, técnica de básquetbol a nivel universitario en Estados Unidos, dijo que muchas deportistas trans se esfuerzan por combatir los efectos del tratamiento hormonal y enfrentan un escepticismo inmerecido cuando sobresalen en sus deportes.
“Mientras los trans pierdan y no sobresalgan, todo está bien”, dijo Carroll. “Pero en cuanto empiezan a ganar, ahí surgen las suspicacias acerca de si siguen siendo hombres”.
En Brasil, Tiffany Abréu pasó a la historia como la primera jugadora transgénero que compitió en una de las principales ligas de vóleibol femenino en el 2017, cinco años después de dejar de jugar en ligas masculinas. Agradece el apoyo que ha recibido y dice que sueña con ser llamada a la selección que irá a los juegos olímpicos del 2020.
Su admisión en el vóleibol femenino de Brasil, no obstante, es cuestionada por Ana Paula, que estuvo en cuatro olimpíadas como jugadora de vóleibol y de vóleibol de playa.
Ana Paula le envió una carta abierta al COI en diciembre en la que expresó su preocupación por lo que describió como “la amenaza de que se desvirtúen totalmente las competencias femeninas con la aceptación de deportistas que nacieron hombres, que desarrollaron una musculatura, huesos, capacidad pulmonar y cardíaca de hombres”.
Dijo que es un “disparate” permitir que “hombres biológicos” compitan con mujeres. “Es algo que rebasa la esfera de la tolerancia y constriñe, humilla y excluye a las mujeres”, sostuvo. “Está en juego el espacio ganado de manera íntegra por las mujeres en el deporte”.