La bióloga Catherine La Farge investiga la evolución de los musgos y desde 2009, junto con un equipo de especialistas de la Universidad de Alberta, Canadá, estudia la isla de Ellesmere del archipiélago ártico canadiense, que se encuentra congelada desde hace más de tres siglos.
No obstante, el calentamiento global cada vez expone más formas de vida que permanecieron bajo el hielo durante milenios. Así sucedió con el ‘Aulacomnium turgidum’, un musgo con más de 1.500 años de antigüedad que estaba ‘vivo’.
“El material siempre había sido considerado muerto pero, al ver tejido verde, pensé ‘bueno, eso es bastante inusual'” relató al diario estadounidense The Washington Post esta experta quien, tras recopilar y analizar decenas de muestras, descubrió que un tercio tenían nuevos brotes y hojas.
Este hallazgo evidencia que ciertos organismos poseen una sorprendente estabilidad biológica y su resistencia alienta a los científicos a reconsiderar el proceso de supervivencia. Sin embargo, La Farge advierte que la vuelta a la vida de algunas especies podría resultar peligroso para los ecosistemas modernos.
Nematodos con más de 40.000 años
Tatiana Vishnivétskaya, microbióloga de la Universidad de Tennessee (Estados Unidos), realizó otro descubrimiento revolucionario al provocar “accidentalmente” que revivieran bacterias con más de un millón de años mientras buscaba organismos unicelulares que se habían descongelado en el permafrost de Siberia (Rusia).
Antes se creía que los organismos unicelulares son las únicas formas de vida que podían superar siglos bajo el hielo, pero diversos estudios revelaron que unos seres que se estimaba que se trataban de enormes bacterias y amebas en realidad eran nematodos: unos gusanos largos y segmentados con la cabeza en un extremo y el ano en el otro.
Se estima que la antigüedad de esos nematodos podría superar 41.000 años y convertiría a esos organismos en las criaturas vivas más antiguas jamás encontradas.