“Me sumerjo como si fuera a encontrarme con ella en algún lugar”, dice Yasuo Takamatsu.
Este 11 de marzo se cumplen 10 años del terremoto y posterior tsunami que azotó a Japón en 2011 y que provocó más de 15 mil muertes y más de 2.500 personas desaparecidas.
Yasuo Takamatsu, de 64 años, perdió a su esposa cuando el devastador tsunami golpeó la ciudad de Onagawa, en el noreste de Japón.
Dos años después del desastre, obtuvo una licencia de buceo y desde entonces busca a su amada sumergiéndose cada semana con la esperanza de encontrar sus restos.
“Me sumerjo como si fuera a encontrarme con ella en algún lugar. Siempre pienso que puede estar en algún lugar cercano”, dice Takamatsu, quien ha realizado más de 470 inmersiones.
El hombre relata que en el último mensaje de texto que recibió de su esposa, ella le preguntó si estaba bien y que quería irse a casa.
“Estoy seguro de que todavía quiere volver a casa. Quiero llevarla a casa”, indicó Takamatsu, quien aseguró que seguirá buscándola mientras su cuerpo “se mueva”.
Takamatsu tiene la esperanza de encontrar a su esposa y asegura que en el último tiempo se ha informado de restos encontrados. “Por eso creo que es importante seguir buscando sin rendirse”, dice.
El devastador terremoto y tsunami sigue en la memoria de los japoneses, quienes después de una década mantienen vivo el recuerdo de sus seres queridos que aún están desaparecidos.
Una muestra de ello es el “teléfono del viento”, una cabina telefónica que Itaru Sasaki instaló en una colina en Otsuchi, a unos 500 kilómetros de Tokio, donde las personas pueden “hablar” con sus seres queridos que ya no están.
“Hay muchas personas que no pudieron despedirse. Hay familias que desearían haber dicho algo al final, si hubieran sabido que no volverían a hablar”, dice Sasaki a Reuters.
Muchos sobrevivientes dicen que la línea telefónica, que no está conectada a ninguna red, les ayuda a mantenerse en contacto con sus seres queridos y les brinda algo de consuelo mientras lidian con su dolor.
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