Kevin Cordón está desplegando su mejor juego y el de cualquier latinoamericano en la historia de los juegos olímpicos. Jugó, festejó cada punto ganado, lamentó los fallos, lloró y rió de alegría. Un tobogán de emociones que solo quiere disfrutar… y que no se lo cree:
“No quiero desaprovechar esta oportunidad, esta alegría que siento ahorita, no me la estoy creyendo, no me pasa nada por la mente, está en cero mi mente. Estoy muy muy muy feliz de saber que todo ha valido la pena”.
Kevin tiene corazón para llevar a su Zacapa y a Guatemala a una cumbre que le hace falta poco para conquistarla:
“Que vengamos de un país muy pequeño, los chapines tenemos un corazón muy grande para poder luchar ante toda adversidad”.
Los sueños se pueden hacer realidad. Kevin Cordon es soñador y realista:
“Yo digo que uno tiene dos oportunidades en la vida. Primero es en la cabeza cuando se sueña y después trabajar duro para hacerlo realidad. Todo en su momento fue un sueño y ahora convirtiéndose en una realidad”.
Dedica el triunfo a Dios y a su familia, cuando pasa por el recuerdo de su hermano fallecido en un accidente se le quiebra la voz:
“Para Dios, Él, en el 2013, me dio la oportunidad de volver a jugar. A mi familia, a mi hermano que falleció y a todo el pueblo de Guatemala”.
Kevin Cordón está disfrutando, quizá, su última participación en unos juegos olímpicos. Ya se superó a él mismo y a todos los jugadores de Latinoamérica. Pero no quiere pensar que es de los cuatro mejores. Quiere ir partido por partido. Ahora no importa si es el chino o el danés. Lo único que quiere es descansar para soñar un día más porque sabe que los sueños pueden hacerse realidad.