La mayor parte de Shanghái ha frenado la propagación comunitaria del coronavirus y menos de un millón de personas seguían bajo un confinamiento estricto, dijeron las autoridades el lunes. Mientras la ciudad avanza hacia la reapertura, los datos económicos mostraron las sombrías consecuencias de la política china de “cero COVID”.
Según Zong Ming, vicealcalde de la ciudad, en 15 de los 16 distritos se eliminó la transmisión entre quienes no están en cuarentena.
“La epidemia en nuestra ciudad está bajo control. Las medidas de prevención han conseguido un éxito gradual”, señaló Zong en una conferencia de prensa.
Los supermercados, centros comerciales y restaurantes reabrieron el lunes con limitaciones de aforo y con la obligación de realizar transacciones “sin contacto”. Pero se mantienen las restricciones al movimiento y la red de metro seguía cerrada.
A pesar del descenso de los contagios, las autoridades municipales y nacionales han enviado mensajes contradictorios sobre la situación en la ciudad y cuándo podrá regresar a la normalidad. Muchos de los 25 millones de habitantes de la metrópolis pasaron más de 50 días confinados en sus casas, complejos residenciales y vecindarios. Se ha marcado el 1 de junio como fecha posible para la reapertura total.
Zong apuntó que las autoridades “se mantienen prudentes” ante la posibilidad de que el brote repunte, especialmente ante los reportes de nuevas infecciones en los centros de aislamiento centralizados y en los barrios más antiguos y degradados.
“Nuestros esfuerzos de prevención no están suficientemente consolidados en toda la ciudad y se requiere todo nuestro esfuerzo continuo y la cooperación de las masas de ciudadanos y amigos (…) para restablecer el funcionamiento normal de la ciudad de forma ordenada”, dijo Zong.
La implacable y a menudo caótica aplicación de las restricciones por el coronavirus en la ciudad ha provocado protestas por la falta de alimentos, atención médica, libertad de movimiento y de un derecho a la privacidad ya muy limitado.
A pesar de eso, China ha rechazado todas las críticas a su política de “cero COVID”, incluyendo las de la Organización Mundial de la Salud. El gobernante Partido Comunista dice que está comprometido “a combatir con determinación cualquier intento de distorsionar, cuestionar o desestimar la política china contra el COVID”.
China confirmó 1.159 contagios el lunes, la gran mayoría de ellos en Shanghái. Casi todos los nuevos infectados eran asintomáticos.
En Beijing, donde un brote mucho más pequeño derivó en cribados masivos y aislamientos por edificio, entre otras restricciones, se reportaron 54 positivos.
Los estrictos confinamientos han causado estragos en el empleo, en las cadenas de suministros y en la economía en general, y los datos publicados el lunes mostraron que la actividad de las fábricas y los consumidores fue más débil de lo esperado en abril.
Las ventas minoristas se desplomaron un 11,1% mientras que la producción manufacturera cayó un 2,9% luego del cierre de algunas fábricas y de que otras, que funcionaban con empleados que vivían en las instalaciones, se viesen obligadas a reducir su producción por la interrupción del suministro de componentes.