“No nos entendemos con la Hemls-Burton”, dijo un locutor antes de dar salida al desfile del Primero de Mayo por la Plaza de la Revolución y en alusión directa a la norma estadounidense activada por el presidente Donal Trump que permite a los ciudadanos de su país o a los cubanos nacionalizados presentar demandas contra empresas de terceros países por confiscaciones realizadas en la isla.
Trump impuso además otras restricciones a los viajes y remesas -dos áreas vitales para la economía de la isla- presionando por un cambio de modelo político y amenazó nuevamente a Cuba tras acusar al país de mantener 20 mil soldados en Venezuela en apoyo al mandatario Nicolás Maduro, algo que la isla consideró descabellado.
“Ninguna ley extranjera ni extraterritorial va decidir en nuestro país”, expresó el locutor cuya voz alentaba la marcha a través de enormes parlamentes colocados en la calle.
Una gigante manta blanca con letras rojas y el lema “Unidad, Compromiso y Victoria”, lideraba la columna de trabajadores que entre las primeras filas contenía además a médicos regresados de Brasil luego de que la isla rompiera un convenio de cooperación con el mandatario ultraderechista Jair Bolsonaro.
Pancartas con lemas de apoyo a la revolución, en contra de las sanciones, coloridas banderas y carteles identificando los centros de trabajo colorean la marcha, que tiene réplicas en todo el país.
El enorme desfile frente a la tarima donde se ubicaron Castro, Díaz-Canel y decenas de invitados oficiales duró más de dos horas.
La ruptura del convenio con Brasil, junto con la crisis política en Venezuela, la falta de productividad de su propia economía y el endurecimiento de las sanciones estadounidenses conforman un difícil panorama para el bolsillo de los trabajadores de Cuba, que vive una temporada de desabastecimiento intermitente de productos básicos.
Cuba tiene problemas muy serios en el reemplazo de su fuerza laboral por el envejecimiento y la emigración creciente de jóvenes. Ese volumen de personas que no aportan a la economía constituye un desafío, pues siguen recibiendo del Estado las mismas prestaciones que los trabajadores como salud, educación, y subsidios en alimentación y servicios.