El lunes se realizó en el norte de Líbano los funerales de siete personas que murieron cuando un bote abarrotado de migrantes se hundió el fin de semana después de que la Armada libanesa tratara de obligarlo a regresar a la costa.
La pequeña embarcación transportaba a casi 60 personas —superando por mucha su capacidad— cuando ocurrió el desastre la noche del sábado. La tragedia fue la más reciente de una tendencia creciente que involucra mayormente a libaneses y sirios que intentan viajar a Europa desde el Líbano en busca de una vida mejor.
La Armada rescató a 47 personas y algunas siguen desaparecidas.
Entre quienes fueron enterrados el lunes se encuentran Sarah Ahmed Talib y su hija de 4 años, del barrio Bab al-Tabbaneh de Trípoli, la segunda ciudad más grande del Líbano.
“Mi hermano y su esposa están desaparecidos. Tenemos siete personas desaparecidas. Y este es el funeral de la esposa de mi sobrino y la hija de mi sobrino”, destacó Abo Mohmoud, un pariente. “El resto sigue desaparecido”.
Las mujeres lloraban desde los balcones en Trípoli mientras los cuerpos eran llevados a la mezquita y las ráfagas de disparos sonaban en señal de duelo. Un hombre llorando cargaba el cadáver de un niño envuelto en blanco.
Docenas asistieron a los funerales al tiempo que personal del ejército montaba guardia desde un punto cercano.
El barco con migrantes había partido del poblado costero de Qalamoun el sábado por la noche, de acuerdo con funcionarios libaneses, que agregaron que no se tomaron medidas de precaución y que nadie llevaba chalecos salvavidas cuando el barco de una capacidad de solo seis personas naufragó más tarde esa noche.
Los sobrevivientes culpan a la Armada libanesa del hundimiento del bote, argumentando que un barco militar embistió al bote cuando traían de obligarlo a volver a la costa.