Por el momento, las partes siguen trabajando en un pacto constitucional más disputado que concretaría la división de poderes.
La ceremonia, celebrada en la capital, Jartum, tras maratonianas conversaciones durante la noche, es un paso clave para la transición a un gobierno civil en el país, meses después de protestas callejeras que llevaron al ejército a derrocar al autoritario Omar al-Bashir y a asumir el mando en abril.
Pero el ejército parece tener el control luego de semanas de negociaciones y de una letal represión de una sentada el mes pasado en la que las fuerzas de seguridad emplearon la violencia para dispersar a los participantes.
El documento rubricado el miércoles establecería un consejo de soberanía conjunto que gobernará Sudán durante poco más de tres años mientras se organizan las elecciones. Un militar liderará el organismo, formado por 11 miembros, los 21 primeros meses y un líder civil lo reemplazará los siguientes 18.
Esto es una significativa concesión de los disconformes, que habían reclamado la transición inmediata a un gobierno civil. El movimiento prodemocracia nominará a un gobierno, y las dos partes acordarán un cuerpo legislativo en el plazo de tres meses al inicio de la transición.
Pero las partes tienen que decidir todavía sobre la división de poderes entre el consejo, el gobierno y el cuerpo legislativo, que se recogerá en el documento constitucional. Ese texto también establecerá las condiciones para la posible inmunidad de líderes militares para ser procesados por los disturbios del último mes.
Según los organizadores de la protesta, las fuerzas de seguridad mataron a al menos 128 personas durante su represión. El conteo de las autoridades refleja sin embargo 61 decesos, incluyendo el de tres agentes. Las partes acordaron abrir una investigación, que todavía no arrancó, sobre lo ocurrido.
El texto firmado el miércoles en un acto retransmitido por la televisora nacional parte de una reunión celebrada el mes pasado y auspiciada por Gran Bretaña y Estados Unidos, que estuvieron de parte de los manifestantes, y de Egipto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, que respaldaron al ejército. El avance diplomático terminó con semanas de bloqueo que plantearon dudas sobre nuevos actos violentos e incluso una guerra civil.
Los militares estuvieron representados por el general Mohammed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti, que consolidó su poder desde la caída de Bashir y cuyas fuerzas paramilitares, las Fuerzas de Apoyo Rápido, están acusadas de encabezar la represión del mes pasado. Dagalo calificó el documento de “momento histórico en Sudán”.
Enviados de Etiopia y la Unión Africana, que ampliaron los esfuerzos de mediación, también elogiaron el pacto.