El Viernes Santo, es el día de la Semana Santa, en la que la iglesia católica se prepara para recordar, reflexionar y acompañar la pasión y muerte de Jesucristo en la Cruz.
El sitio web de noticias de la iglesia católica, Aciprensa destaca que el Viernes Santo, toda la Iglesia Católica, se une en espíritu de duelo y penitencia para conmemorar la Pasión y Muerte del Señor.
“En todo el mundo se reza el Vía Crucis, se escucha el Sermón de las Siete Palabras del Señor Jesús en la Cruz y se realizan procesiones presididas por la imagen de Cristo sufriente y de su Madre Dolorosa.
En este día no se celebra la Santa Eucaristía ni ningún otro sacramento, a excepción del Sacramento de la Reconciliación y la Unción de los Enfermos (en caso de necesidad)”, señala.
“Mirar a otros con misericordia”
El Arzobispo Metropolitano de Guatemala, Monseñor Gonzalo de Villa y Vásquez, invita este día a tener cercanía con el Señor, pero también a mirar a aquellos hermanos que más sufren en tiempos actuales.
El prelado hizo una pequeña reflexión, tomando como base la Segunda Lectura de los oficios de Viernes Santo, que se toma de la carta a los hebreos, del Nuevo Testamento de la Biblia. La misma hace referencia a la pasión de Jesucristo según San Juan.
En esta, el evangelista medita y hace teología sobre la realidad de esa pasión, muerte y sepultura del Señor, algo que para los cristianos está en la base de la fe, “nuestra cercanía porque es en él en quien tenemos puesta nuestra esperanza”, indica el Monseñor.
Es la experiencia y el relato de cómo Cristo en su vida mortal estuvo sometido al sufrimiento, a la angustia, a este momento final de su vida que va a ser algo terrible, que le va a causar dolor y agonía en Getsemaní. La reflexión es que a pesar que era el hijo de Dios aprendió a obedecer padeciendo y que este padecimiento se va a convertir en causa de salvación eterna para quienes lo obedecen”.
Asimismo, destacó la importancia de recordar que este evento no es algo que ocurrió una vez hace dos mil años, sino que es algo que sigue presente en la vida personal y en la sociedad.
Por lo que es una invitación a estar más cerca del Señor, pero también a mirar con misericordia y tener sensibilidad al padecimiento de tantas personas y darles una mano.