El 4 de febrero de 1976, a las 03:03 de la mañana, Guatemala vivió una pesadilla. Un terremoto de 7.5 grados en la escala de Richter acabó con la vida de más de 23 mil personas y 77 mil sufrieron heridas de gravedad. El movimiento telúrico dejó 258 mil casas destruidas y cerca de 1.2 millones de personas quedaron sin hogar.
El epicentro se localizó a más de 160 kilómetros de la capital en Los Amates, Izabal, a 5 kilómetros de profundidad en la parte oriental de la falla de Motagua, que forma la frontera tectónica entre las placas Norteamericana y la del Caribe.
Los 49 segundos del terremoto causó una ruptura visible de 230 kilómetros a lo largo de la falla de Motagua, desde Puerto Barrios en el oriente, hasta Chimaltenango en el occidente, según expertos, la fuerza de este movimiento fue equivalente a una explosión de 2 mil toneladas de dinamita.
El aprendizaje después de la catástrofe
El país recibió ayuda humanitaria de Estados Unidos, Venezuela, México, Argentina, Chile y Perú. Luego de recuperar un poco la calma, los estudios de este terremoto comenzaron por parte del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología, INSIVUMEH investigó las fallas en Chixoy-Polochic, y la falla del Motagua.
Basado en lo sucedido en 1976, las autoridades guatemaltecas han logrado avances necesarios en todas las instituciones públicas y privadas para responder ante otra catástrofe. Uno de los avances destacados fue el plan de emergencia, búsqueda y rescate formada por 54 entidades en todo el país con diferentes responsabilidades.
CONRED E INSIVUMEH actualmente manejan planes en caso de un desastre, además cada empresa, institución, y diferentes sectores deben hacer simulacros de emergencia, para saber cómo responder ante las actividades sísmicas.
https://youtu.be/YfaXFtI4HLc