Bajo instrucciones de la Casa Blanca, el Pentágono se apresuraba a disponer que un bombardero B-2 y otros aviones de guerra sobrevuelen el parque de monumentos nacionales de la capital estadounidense National Mall. Participarán cazas F-35 y F-18 de la armada, el equipo de acrobacia aérea Navy Blue Angels, helicópteros del ejército y los guardacostas y aeronaves Osprey V-22 de los Marines.
También se prevén sobrevuelos del avión y el helicóptero presidencial.
Dos vehículos de combate Bradley se encontraban estacionados el miércoles cerca del monumento a Lincoln, desde el cual Trump pronunciará un discurso durante el festejo.
Varios tanques Abrams de 60 toneladas fueron enviados por tren a Washington para situarlos en o cerca del National Mall, aunque el gobierno de la capital los recibió con una salva verbal.
Tras afirmar con una frase irónica que no agradecía la presencia de los tanques, recordó que según el Pentágono, las orugas metálicas dañarían el pavimento.
Trump, que presentó el extravagante festejo como un “Homenaje a Estados Unidos”, dijo que los jefes militares están “extasiados”. Si es así, éstos lo disimulan bastante bien. Funcionarios del Pentágono remitieron todas las preguntas a la Casa Blanca. Ni siquiera quisieron responder si asistiría el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Joseph Dunford.
“El Pentágono y nuestros grandes líderes militares están extasiados de hacer y esto, y mostrarle al pueblo estadounidense, entre otras cosas, el ejército más fuerte y avanzado de cualquier parte del mundo”, tuiteó Trump. “¡Increíble espectáculo aéreo y los fuegos artificiales más grandes de la historia!”
“Esto es politiquería pura”, replicó Loren Dejonge Schulman, funcionaria del Pentágono durante la presidencia de Barack Obama. Dijo por correo electrónico que el uso de las fuerzas armadas, más que un homenaje a los hombres y mujeres uniformados, parece un intento de “jactarse y deleitar” a sus amigotes políticos.