Un reporte preliminar estima que Dorian causó un total de 7 mil millones de dólares en daños, pero el gobierno de Bahamas todavía no ha ofrecido cifras. Los equipos comenzaron a retirar algunos escombros de las islas Gran Bahama y Ábaco, pero avanzan lentamente para evitar dañar de forma accidental cualquier cuerpo que quede entre los escombros. El número oficial de fallecidos es de 50, pero el primer ministro, Hubert Minnis, dijo que espera que se incremente de forma significativa.
Las autoridades señalaron el jueves que la lista de personas desaparecidas tras el paso del huracán se redujo a cerca de 1 mil 300 nombres, de los 2 mil 500 listados originalmente. El gobierno indicó que continúa cotejando los nombres originales con los de las personas evacuadas de las islas devastadas o que permanecen en albergues.
Un sistema de fuertes tormentas eléctricas que se dirige a Bahamas amenaza con empapar aún más a aquellos que intentan salvar sus pertenencias o viven en carpas en algunas de las comunidades más afectadas. Por la tarde, el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos señaló que se prevé que el sistema se convierta en tormenta tropical en cuestión de 36 horas, con la posibilidad de que azote el noroeste del archipiélago con fuertes vientos y lluvias.
En tanto, funcionarios de USAID señalaron que distribuirán láminas de plástico en anticipación a la tormenta.
Aunque la limpieza continúa, pudieron verse los primeros indicios de normalidad en Freeport, una ciudad de Gran Bahama operada por una compañía privada que ofrece servicios públicos y cobra a los residentes sin intervención del gobierno. Las luces comenzaron a parpadear en algunos vecindarios, y los operarios reparaban transformadores en otras zonas.
Entre los que celebraron el regreso de la electricidad estaba Clifton Williams, conductor de una empresa de autos de alquiler que manejaba de regreso a su casa cuando vio una farola iluminada por primera vez desde el huracán.
“No lo esperaba tan pronto”, dijo. “Lo primero que hice fue poner el ventilador y refrescarme”, añadió apuntando que durmió bien por primera vez en más de una semana gracias al ventilador.
Pero las pequeñas aldeas que salpican la costa este de Gran Bahama apenas han recibido ayuda. Algunos residentes hacen piden viaje a diario desde Freeport a sus casas destrozadas para clasificar sus pertenencias y limpiarlas.
Tereha Davis, una pescadora de 45 años, contó que un día no tuvo con quién ir y terminó caminando casi 13 kilómetros (8 millas) bajo un sol abrasador. Davis preparaba montones con las cosas que recuperó hasta que pueda encontrar a alguien que la lleve de vuelta a Freeport con todas sus posesiones. El miércoles, durante un descanso en las tareas de limpieza, caminaba por McLean’s Town con guantes quirúrgicos de color púrpura brillante buscando una bebida dulce que le diera energía. No encontró nada.
Como otros, dijo que no ha visto a ningún funcionario del gobierno y que solo recibió comida y agua de algunas ONG.
El primer ministro reconoció la situación en un discurso televisado el miércoles en la noche.
“Ha habido problemas en la coordinación de esta ayuda debido a la magnitud de la devastación”, apuntó Minnis, quien agregó que comprende la profunda frustración de los que lidian con “obstáculos burocráticos” y se comprometió a reducir la burocracia y a llevar más ayuda y personal.
“No hay palabras suficientes para describir esta tragedia”, manifestó Minnis. “Ningún bahameño ha visto nada similar en su vida”.
En su iglesia de Beulah Land Ministries, Saunders, de 61 años, se estaba preparando para abrir una pequeña zona donde recibir a grupos de misioneros cuando llegó el huracán. Ahora estaba de pie allí, rodeado por los relucientes retretes y lavabos blancos, montones de brillantes azulejos marrones y los empapados rollos de alfombra color púrpura.
“Voy a reconstruirla”, declaró entre las ruinas de su iglesia. Lo único que quedó intacto fue el crucifijo de madera que había clavado en una pared 22 años atrás.
Con información de AP Noticias