A unos tres minutos a pie de la estación Berrío del Metro de Medellín, se encuentra este espacio de unos 7.000 metros cuadrados donde 23 esculturas de Fernando Botero, artista medellinense mundialmente reconocido por sus pinturas y esculturas volumétricas, que popularmente son llamadas “los gordos de Botero”.
Este lugar, flanqueado por las figuras de bronce de grandes dimensiones, está en el corazón de la capital del departamento de Antioquia, en el noroeste del país suramericano. Lo rodean el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, de arquitectura gótica flamenca; el Museo de Antioquia, inaugurado en 1937 y la Casa del Encuentro, su antigua sede.
El espacio, que concentra gran interés turístico, también es llamado ‘Plaza de las Esculturas’, aún no tiene 20 años pero significó una importante transformación para esta capital, la segunda más poblada de Colombia, que por décadas ocupó los primeros lugares entre las ciudades más violentas del mundo en los años de auge de la poderosa organización criminal Cartel de Medellín, liderada por el capo de la droga Pablo Escobar.
El movimiento
En la Plaza Botero se mezcla la vida cotidiana de los transeúntes con la presencia de turistas colombianos y extranjeros que quieren tener imágenes junto a las esculturas voluminosas.
Los vendedores ambulantes ofrecen recuerdos como llaveros, pequeñas reproducciones de las obras del pintor y escultor, golosinas e incluso fotos en físico, porque las de los teléfonos inteligentes “no son para siempre”.
Esta opción al aire libre y sin costo alguno aglomera a una importante cantidad de visitantes en una ciudad donde la entrada a algunos museos oscila entre los tres y seis dólares.
Personas y animales
El cuerpo humano desnudo y los animales de gran formato predominan en esta colección al aire libre. Mujeres en distintas poses, torsos voluptuosos, hombres elegantemente trajeados y partes del cuerpo son escogidos por los visitantes como fondo para sus fotos.
Las esculturas de bronce, que ya forman parte del paisaje del congestionado centro, permanecen por pocos segundos solas, sin que alguien se tome una foto a su lado; esté desprevenidamente apostado en su pedestal o trepado sobre ellas, a pesar de la prohibición de hacerlo.
En este corredor cultural, donde hay bancas custodiadas por ceibas y guayacanes, y que finaliza con el Museo de Antioquia también se llevan a cabo conciertos, conferencias y exposiciones a lo largo del año. Además, el Museo de Antioquia hace recorridos todos los días a las 3:30 de la tarde.
Las figuras de fama mundial de este colombiano nacido en 1937 también se encuentran en España, Portugal, Singapur, Armenia y Reino Unido, por mencionar algunos.
El pájaro de la paz
A unos minutos de la plaza Botero, en la plaza San Antonio, están un par de aves esculpidas por el artista: una con el metal retorcido, parcialmente destruida y otra igual, sin daño alguno. En la primera, llamada ‘El pájaro’, se instalaron 15 kilos de dinamita en 1995. La explosión acabó con la vida de más de 20 personas y dejó a 200 heridas.
Cinco años después, Botero donó una escultura igual llamada ‘El pájaro de la paz’ como una forma de rechazo a la violencia y en homenaje a las víctimas en un país que en más de cincuenta años murieron más de 200.000 personas víctimas del conflicto armado, según cifras del Centro de la Memoria Histórica, institución pública que publicó el informe ‘¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad’.
La réplica fue ubicada al lado de la destruida, popularmente llamada ‘El pájaro herido’, título de un tema del fallecido cantautor de vallenato Diomedes Díaz. Tras la acción, cuya autoría no fue establecida, Botero prohibió retirarla del lugar para que quedara como un “monumento a la imbecilidad”.
Cambio radical
La escena de turistas haciéndose fotos no existía hace dos décadas. Entre 1999 y 2000 se realizó la demolición de una manzana de edificios y la construcción de esta plaza que estaría compuesta por las esculturas donadas por el artista medellinense.
Al llegar las inmensas figuras de bronce al lugar en los contenedores establecidos para su traslado y conservación, Botero dijo: “Destruyan los guacales que estas obras llegaron para quedarse”, recoge la página del Museo de Antioquia.
La primera etapa de esta plaza se abrió al público en el 2000. Un año después, las 23 esculturas ya estaban allí, bajo el sol de la ciudad de la “eterna primavera” como también es llamada la capital del departamento colombiano.