Daniel Rojas Alvares, un indigente chileno, demandó a un sacerdote de la Catedral de Santiago por haberlo drogado y violado en el recinto religioso y acusó al cardenal Ricardo Ezzati de encubrir el hecho ocurrido en el verano de 2015.
“El caso es terrible, inaceptable”, dijo el martes Fernando Ramos, secretario general de la Conferencia Episcopal chilena, mientras el Arzobispado de Santiago admitió que recibió la denuncia contra el sacerdote “Tito” Rigoberto Rivera, quien fue apartado del Ministerio Público el año pasado.
La Iglesia Católica chilena no logra levantar cabeza desde hace poco más de un año, cuando estallaron decenas de denuncias de abusos sexuales de sacerdotes contra menores de edad, al punto que el papa Francisco afirmó en mayo que la iglesia local vive hace décadas “una cultura del abuso y el encubrimiento”.
La mayoría de los obispos chilenos renunciaron ante el papa en mayo de 2018, quien confirmó la salida de siete de ellos, mientras los demás esperan para conocer su futuro. Uno de los miembros salientes es el arzobispo y cardenal Ezzati, quien conocía lo sucedido al indigente, aseguró Rojas.
Rojas Alvarez, de 43 años, contó al canal 7 de la televisión estatal que hace cuatro años acudió a la Catedral de Santiago para pedir ayuda para comprar un medicamento para su hija, que padecía una infección urinaria.
“Yo fui violado en la Catedral de Santiago”, contó llorando.
Rojas denunció a Rivera pocos días después de ser abusado. “Saco fuerzas de flaqueza para hablar con usted… Yo lo único que buscó es verdad y justicia”, añadió.
El indigente, ubicado por la estación televisiva en una plaza capitalina, relató que el cura le dio un vaso con agua y que al poco rato se sintió débil y que veía cómo el religioso le bajaba los calzoncillos, lo besaba y lo violaba. “Empecé a llorar. A desesperarme. Una situación terrible totalmente vulnerable donde a una persona la ves bajándote el cierre”, señaló llorando.
Rojas demandó a Rivera y al Arzobispado por 350.000.000 millones de pesos (unos 530.000 dólares).