La ciencia, como toda área, no está exenta de trampas y fraudes. Desde plagios, datos y evidencias inventadas, hasta experimentos que nunca ocurrieron.
A lo largo de la historia se han descubierto muchas mentiras en torno a las distintas disciplinas que rodean a la ciencia pero, sin duda, hay casos que remecieron al mundo por las consecuencias que trajeron para la comunidad de investigadores, a los cuales confunde y entorpece el avance.
Un ejemplo de ello es el caso del hombre de Piltdown, supuesto eslabón perdido de la evolución que dejó a lo antropólogos frente a un callejón sin salida por más de cuatro décadas. El hecho ocurrió en 1912 cuando, frente a las tensiones de las potencias antes de la Primera Guerra Mundial, los arqueólogos británicos Charles Dawson y Smith Woodward afirmaron haber descubierto el eslabón perdido entre los simios y los seres humanos y mostraron al mundo un conjunto de fósiles supuestamente encontrados en Piltdown, cerca de Londres. A raíz de este fraude se llegaron a ignorar importantes hallazgos como los fósiles australopitecos del niño de Taung, inconsistentes con la línea de estudio que abrían los supuestos fósiles británicos.

Pero estas mentiras no sólo pueden llegar a confundir a la comunidad sino que podría traer resultados mucho más desastrosos, ya que en muchas ocasiones las propuestas de trabajos fraudulentos se han empleado para elaborar protocolos clínicos y tratamientos para numerosas enfermedades.
Es el caso de el osteólogo japonés Yoshihiro Sato quien se suicidó en enero de 2017, tras la publicación de un artículo que dejaba al descubierto su fraude en 33 de sus trabajos, de los cuales, hasta la fecha, solo han sido retractados 21.

El fraude de Sato es uno de los más recientes y escandalosos, ya que el japonés publicó más de 200 estudios sobre cómo reducir el riesgo en fracturas de hueso. Estudios que después se utilizaron como base para hacer análisis y cuyas conclusiones tienen consecuencias en la práctica clínica.
También está el caso del falso estudio del ex cirujano Andrew Wakefield, quien en 1998 publicó una investigación que relaciona la administración de la vacuna triple vírica con la aparición de autismo. Esto generó un movimiento antivacunas que supone un peligro para la salud pública, según señala Muy Interesante.
El fraude científico también supone un malgasto de fondos destinados a la investigación. Sus autores reciben cuantiosas subvenciones para mantener sus líneas de investigación, y de hecho son muchos los grandes estafadores de la ciencia condenados por malversación de fondos. Muchos grandes engaños tienen que ver con temas tan candentes y golosos como la clonación, la investigación en células madre o la búsqueda de vacunas y tratamientos contra enfermedades como el sida.

Pero sin duda el caso más conocido es el de Hwang Woo-suk y la clonación de embriones humanos. En el año 2004, un artículo publicado en la prestigiosa revista Science hacía eco en todas partes del mundo.
Supuestamente, el científico surcoreano Hwang Woo- Suk había logrado clonar un embrión humano. En otro estudio posterior, el investigador afirmaba haber logrado extraer células madre del mismo, un hallazgo histórico que alimentaba las esperanzas de encontrar nuevos tratamientos para muchas enfermedades como el párkinson o la diabetes.
Sin embargo, poco tiempo después se demostró que el hallazgo era mentira y Hwang fue condenado a dos años de prisión por fraude y malversación de fondos dedicados a la investigación, aunque finalmente no tuvo que cumplir la sentencia.
El mérito de Hwang que sí que parece ser verídico es la primera clonación de un perro, en el año 2005.
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