Un total de 254 personas llegaron a las costas inglesas en siete balsas desde el norte de Francia el domingo, y el lunes buques salvavidas británicos llevaron a tierra a otras más.
Los cruces prácticamente habían cesado desde el 20 de abril, pocos días después que el gobierno británico anunció un plan de trasladar a Ruanda a algunos solicitantes de asilo. Sin embargo, las autoridades señalaron que la pausa no se debió a esa política sino al mal clima.
Cada año, miles de personas tratan de cruzar el canal entre Francia y Gran Bretaña en endebles balsas, con la esperanza de tener una mejor vida en el Reino Unido. Más de 28.000 migrantes entraron a Gran Bretaña por el canal el año pasado, un aumento con respecto a los 8.500 en 2020. Muchos migrantes no sobreviven: en noviembre del año pasado 27 personas murieron cuando su embarcación naufragó.
En una medida drástica —e ilegal, según sus detractores— el gobierno británico anunció el mes pasado un acuerdo con Ruanda para enviar a ese país africano a algunos solicitantes de asilo, particularmente los que se hayan infiltrado en camiones o botes. Según el pacto, las solicitudes de asilo serán procesadas en Ruanda y, si prosperan, los migrantes deberán quedarse allí en vez de ir a Gran Bretaña.
El gobierno británico asegura que el plan inhibirá los peligrosos cruces marítimos y dejará sin negocio a las bandas de traficantes de personas. Pero grupos de derechos humanos lo han condenado y han surgido demandas en su contra en los tribunales.
El gobierno además aprobó una nueva ley que tipifica como delito ingresar al país intencionalmente sin autorización legal, algo que según los críticos equivale a criminalizar a los refugiados.
El grupo caritativo Care4Calais, que atiende a migrantes en el norte de Francia, afirmó que muchos buscadores de asilo intentarán hacer la travesía a pesar de las nuevas normas.