El papa Francisco pidió el lunes a los obispos de Sudamérica que hablen “con valentía”, durante un sínodo sobre la Amazonía, donde la escasez de sacerdotes es tan grave que el Vaticano considera ordenar a hombres casados y asignar ministerios oficiales de la Iglesia a mujeres.
Francisco dio inicio el lunes a las tres semanas de sínodo, o reunión de obispos, luego de que líderes indígenas, grupos de misioneros y un puñado de obispos cantaron y realizaron bailes nativos frente al altar principal de la Basílica de San Pedro.
Dirigidos en la procesión por el papa, los obispos se dirigieron posteriormente al salón del sínodo para esbozar nuevas formas para que la Iglesia católica adoctrine mejor a las comunidades indígenas lejanas y cuide la selva tropical a la que consideran su hogar.
Entre las propuestas más polémicas en la agenda de la cumbre está la de permitir la ordenación de ancianos casados, un cambio potencialmente revolucionario en la Iglesia dado el voto de celibacía que hacen los prelados católicos.
La propuesta está bajo discusión debido a que los indígenas católicos en zonas remotas de la Amazonía pueden pasar meses sin ver a un sacerdote ni recibir los sacramentos, lo que amenaza el futuro de la iglesia y su misión de siglos de antigüedad para propagar la fe en la región.
Otra propuesta pide que los obispos identifiquen nuevos “ministerios oficiales” para las mujeres, aunque su ordenación sacerdotal se ha descartado.
El cardenal Claudio Hummes, el arzobispo retirado de Sao Paulo y el principal organizador del sínodo, dijo que la escasez de sacerdotes había provocado una “ausencia casi total de la eucaristía y otros sacramentos fundamentales para la vida diaria cristiana”.
“Será necesario definir nuevos caminos hacia el futuro”, comentó y añadió que la propuesta para sacerdotes casados y ministerios para mujeres es uno de seis “cuestiones esenciales” que el sínodo de obispos debe abordar.
“La iglesia vive de la eucaristía y la eucaristía es el cimiento de la iglesia”, señaló citando a San Juan Pablo II.
El primer papa latinoamericano de la historia ha tenido un enorme respeto por las comunidades indígenas y ha condenado la forma en la que son explotados, marginados y tratados como ciudadanos de segunda clase y “bárbaros” por gobiernos y corporaciones que extraen madera, oro y otros recursos naturales de sus viviendas.