En 2011 un grupo de arqueólogos encontraron en terrritorio peruano un gran numero de osamentas correspondientes a niños y animales.
Alrededor del año 1450 en lo que hoy es territorio del Perú, residía la cultura Chimú, que entre sus ritos estaba el sacrificio humano y animal, que la ofrecían como regalo a los dioses.
En 2011 un grupo de arqueólogos encontraron un gran numero de restos humanos, que indicaban que se trataba de osamentas de niños y animales. Los expertos indicaron que posiblemente se estaba frente al “sacrificio infantil más grande en la historia de la arqueología”
La ofrenda comprendió nada menos que 140 niños y 200 llamas, lo cual John Verano, profesor del departamento de Antropología de la Universidad Tulane de Nueva Orleans y uno de los líderes de esta excavación , calificó como sin precedentes.
“Es el sacrificio infantil más grande en la historia de la arqueología, algo que jamás había sido descrito en el mundo. Además, también se trata del mayor sacrificio de llamas en todo Sudamérica. No hay nada parecido en ningún sitio”, señala Verano.
Por los estudios realizados sobre los huesos y los dientes humanos, los niños tendrían entre 5 y 14 años cuando fallecieron. Los jovenes estaban envueltos en telas de algodón y enterrados boca arriba con las piernas extendidas o flexionadas. Además, se han encontrado restos de cinabrio rojo, una forma natural de mercurio, lo que hace pensar que presentaban dibujos en sus cuerpos cuando fueron enterrados (como parte del ritual).
Los restos de las llamas, por su parte, se han encontrado a un lado de los niños o encima de ellos. En este caso, resulta curioso que si dos animales de diferente color se enterraban juntos, estos miraban cada uno hacia un lado, nunca en la misma dirección.
Pero, ¿qué sucedió? Es difícil saber la razón exacta del sacrificio, pero se cree que las lluvias torrenciales provocadas por El Niño, ya hacían de las suyas por esa época, por lo que quizá se trató de un ritual para mitigarlas de alguna manera. Entre el siglo XI y el XV, la cultura Chimú vivía de la agricultura, por lo que unas graves inundaciones que acabasen con sus cosechas podrían tomarse como un castigo de algún dios superior. De ahí que quizá vieran en esta forma de sacrificio la manera de redimirse del mal que les había acaecido. Además, antiguamente, los niños eran vistos como personas inocentes que aún no se habían ganado su puesto en la sociedad, por lo que eran un regalo apropiado para los dioses. El sacrificio masivo Huanchaquito-Las Llamas abre una nueva ventana a un ritual de sacrificio previamente desconocido del siglo XV en la costa norte del Perú.
Fuente: Revista Quo
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