La vida de las carmelitas descalzas del Convento San Bernardo, en el norte de Argentina, parecía transcurrir en calma en medio de sus continuos rezos, el trabajo en la huerta, las labores manuales y los esporádicos contactos con allegados a través de las rejas.
Pero la paz que uno imagina entre los muros de la imponente construcción colonial no era tal. Así se desprende de la denuncia presentada por las 18 carmelitas que residen allí contra el arzobispo de Salta, Mario Antonio Cargnello, y otros dos religiosos por presunta violencia física y psicológica, lo que ha generado un sismo en esa localidad situada a unos 1.400 kilómetros de Buenos Aires, una de las más católicas de Argentina.
La denuncia de las monjas es un hecho inédito que ha derivado en algo también sorprendente: la citación por parte de la justicia a Cargnello y los otros dos sacerdotes -el emisario del Vaticano Martín de Elizalde y el auxiliar en la catedral salteña Lucio Ajalla- para que el martes den su versión sobre las acusaciones, las cuales han negado.
La audiencia fue convocada por un juzgado de Violencia Familiar y de Género de Salta luego de que el 12 de abril las carmelitas denunciaron a los religiosos. El juzgado dictó medidas de protección para las mujeres en el marco de leyes nacionales y provinciales y de la “Emergencia pública en materia social por violencia de género” que rige en la provincia de Salta. Asimismo intimó a los sacerdotes a “abstenerse de ejercer actos de violencia” y acercarse al convento, custodiado por la policía.
Varios meses antes las monjas habían elevado al Vaticano sus quejas sobre el presunto maltrato reiterado del arzobispo. La Santa Sede designó a Elizalde para escucharlas y evaluar su gestión del convento. Pero el religioso terminó salpicado por las acusaciones.
Eduardo Romani, abogado de los religiosos, negó las acusaciones y acotó que “estamos a la expectativa de que se investigue el verdadero trasfondo de esta historia que puede ser económico”. En ese sentido dijo que hay que poner el foco en laicos que están administrando propiedades de las carmelitas.
“Para la Iglesia las monjitas son motivo de orgullo, no queremos que se las utilice. No lo vemos como enfrentamiento”, sostuvo.
La actitud de las carmelitas ha puesto en pie de guerra a las agrupaciones feministas en un país que está a la vanguardia de la defensa de los derechos de las mujeres en América Latina y ha movilizado a su vez a grupos civiles y religiosos en defensa de los denunciados.
“Es histórico en la lucha feminista que un obispo y otros religiosos sean apercibidos así por la justicia”, dijo a The Associated Press Tania Kiriaco, asesora legal de la Fundación Gema, Género y Masculinidades.
Bajo la consigna “Hermana Sí Te Creo”, el grupo convocó a un abrazo simbólico al convento el martes junto a una veintena de agrupaciones. Las feministas argentinas, que en general se expresan en contra del catolicismo, están sorprendidas del paso que han dado las religiosas en una provincia conservadora que es escenario de continuos casos de violencia de género.
“Lo que hicieron supone una ruptura del orden, del maltrato ejercido por un superior religioso. Ellas saben que tienen derechos”, destacó Kiriaco.
La jueza que escuchará a los religiosos determinará, a partir de los argumentos que esgriman y los informes psicológicos que deben realizarse todas las partes, cuáles serán las próximas medidas, que pueden incluir acciones penales.
Encabezadas por la priora María Fátima del Espíritu Santo -máxima autoridad del convento-, las religiosas decidieron actuar porque no soportaban más ser maltratadas, dijeron sus defensores a AP hace una semana. Poco después la justicia ordenó que los abogados de las partes no hicieran más declaraciones periodísticas.
“La clausura no las aparta del conocimiento del dolor… Desde su condición de mujeres se sienten violentadas, ejercen un derecho y hacen un pedido de auxilio desesperado”, dijo la abogada Claudia Zerda Lamas.
Según dijo, las monjas han sentido “miedo sostenido a lo largo de muchos años” a raíz de la posibilidad de perder su condición de carmelitas y otras supuestas amenazas.
El episodio que empujó a la formalización de la denuncia ocurrió en el convento en octubre de 2020, durante el velatorio de una monja.
Según las carmelitas, Cargnello dio un responso de muy mal talante ante el féretro porque cerca estaba instalada una imagen de la llamada Virgen del Cerro, muy popular en Salta luego de que una mujer dijo en los años 90 que se le había aparecido y a la cual el arzobispo no reconoce, lo que genera tensiones con las monjas desde hace tiempo.
Sin embargo, en 1997 el anterior arzobispo autorizó a las carmelitas difundieran a los visitantes del convento los mensajes de esa Virgen que atrae a miles de personas todas las semanas a un santuario por considerar que no estaban en contra de la fe católica.
Cargnello habría dado un agresivo discurso a las monjas “con distintos tipos de amedrentamientos”, señalaron Zerda Lamas y su colega José Viola.
El momento de violencia física habría ocurrido cuando, por pedido de la priora, una hermana filmó el momento del velatorio, lo que fue observado por el sacerdote Ajalla, quien acompañaba al arzobispo “como un guardaespaldas” y el cual “se abalanzó sobre la monja para quitarle la filmadora”. Tras ello, la priora recuperó la máquina de manos de Ajalla, lo que hizo que éste la golpeara en un brazo y el arzobispo en el otro para que soltara la cámara.
Este material visual y audios acompañaron la denuncia, que recogió además supuestas agresiones ocurridas en otras ocasiones.
Las religiosas también cuestionaron que Cargnello mantenga bloqueada la renovación del cargo de la priora, cuyo mandato venció en febrero, lo que generaría problemas para administrar el monasterio con su consiguiente perjuicio económico.
No es la primera vez que Salta es protagonista de un escándalo que salpica a religiosos. El último fue la condena al obispo emérito Gustavo Zanchetta a más de cuatro años de cárcel por el abuso sexual de dos seminaristas.