Una de las decisiones diplomáticas más importantes del presidente estadounidense Joe Biden en la reunión de mandatarios norteamericanos de esta semana pudo ser su elección del aeropuerto al que llegaría.
Biden arribó México el domingo por el nuevo aeropuerto de la capital mexicana, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, un preciado proyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador. El lugar fue inaugurado el año pasado con bombo y platillo, aunque se encuentra a más de una hora en automóvil del centro de la ciudad, tiene pocos vuelos y hasta hace poco no contaba con agua potable constante.
Biden y López Obrador, cuya relación es transaccional en el mejor de los casos y sin la calidez y camaradería que Biden ha mostrado con otros mandatarios, se saludaron de mano y caminaron juntos por una larga alfombra roja sobre la pista, flanqueados por soldados. Luego, ambos realizaron juntos el largo viaje hacia el centro de la ciudad.
Junto con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, que llega el lunes, Biden y López Obrador pasarán los próximos dos días discutiendo sobre migración, el cambio climático, manufactura, comercio, economía y la potencial influencia global de una América del Norte más colaborativa.
“Esta reunión profundizará nuestra coordinación y fomentará nuestras prioridades compartidas para Norteamérica”, tuiteó Biden.
Antes de la cumbre, Biden anunció un importante cambio en la política fronteriza entre Estados Unidos y México, con la bendición del gobierno mexicano. Estados Unidos enviará a México 30.000 migrantes al mes oriundos de otros cuatro países de regreso a través de la frontera, incluyendo aquellos que ingresaron a Estados Unidos sin autorización legal. Para quienes entraron de manera irregular, las autoridades estadounidenses aceptarán a 30.000 por mes de esos cuatro países —Cuba, Nicaragua, Haití y Venezuela— durante dos años y les ofrecerá la posibilidad de trabajar de forma legal.
El domingo, Biden pasó cuatro horas en El Paso, Texas, su primer viaje a la frontera como presidente y el mayor tiempo que ha estado en la frontera entre Estados Unidos y México. El itinerario del día estuvo altamente controlado y parecía diseñado para mostrar una operación sin complicaciones en el trámite para inmigrantes que ingresan con autorización legal, la erradicación del contrabando y el trato humano para quienes entran a Estados Unidos de forma irregular, ofreciendo un contrarrelato a las afirmaciones de los republicanos sobre una situación de crisis equivalente a una frontera abierta.