Los cánticos insultantes que los simpatizantes de Chelsea apuntaron a otra dirección esta vez.
No se metieron con los jugadores, como ocurrió con las pancartas que se referían a las “ratas” en 2015. Nadie tiene problemas con Eden Hazard y compañía.
La furia apunta a Maurizio Sarri. Muchos están hartos del técnico italiano de 60 años y la derrota ante Manchester United en la Copa de la FA ha sido la gota que derramó el vaso por más que no fue abultada.
Ganar el torneo de copa estaba en el fondo de la lista de prioridades del club — su conquista la pasada temporada no sirvió para salvar a Antonio Conte — pero la eliminación solo acentúa el pesimismo.
En esta temporada de transición, ganar el título de la Liga Premier — como lo hizo Conte en 2017 antes de desplomarse al quinto puesto al año siguiente — no era algo que se consideraba factible debido a la calidad incontestable del Manchester City. Pero tampoco se esperaba retroceder al sexto lugar de la clasificación y enfrascarse en una pelea a muerte por uno de las cuatro plazas para la Liga de Campeones.
Sin el respaldo de la afición, Sarri — sin títulos en su carrera — parece aislado y vulnerable. El término “Sarriball”, su estilo de juego con presión alta, ahora se usa de manera despectiva en los cánticos.