Si bien en los últimos años se publican numerosos trabajos sobre el cambio climático y sus posibles consecuencias, existe todo un enorme problema ecológico vinculado a los parásitos que, pese a haber sido tradicionalmente ignorado por los científicos, podría significar un impacto crítico e impredecible para la humanidad, advierte un artículo publicado el pasado sábado en el portal Science Alert.
Según algunas estimaciones, los parásitos constituyen más de la mitad de todas las especies conocidas del planeta. Su importancia en la ecología es colosal, ya que influyen en el comportamiento de aproximadamente uno de cada dos animales salvajes.
Uno de los casos mejor conocidos es el del Euhaplorchis californiensis, un gusano plano que habita en los pantanos de agua salada al sur de California, EE. UU e infecta a los peces de la especie guayacón. Las larvas del parásito se desplazan hasta el cerebro de su huésped y crean allí una capa de quistes.
Esto hace que los peces reaccionen retorciéndose y acercándose a la superficie del agua, incrementando hasta 30 veces las chances de ser comidas por las aves depredadoras. Y es justamente el intestino de estas últimas a donde pretenden llegar los gusanos. Luego, el excremento de las aves es comido por caracoles y, tras vivir en su interior y dejarlos estériles, los parásitos vuelven al agua, repitiendo así el ciclo.
Agentes invisibles
Este es tan solo un ejemplo del enorme papel que juegan los parásitos en la cadena alimenticia. De hecho, en un ecosistema promedio, existen más vínculos del tipo parásito-huésped que de depredador-presa. Así, este grupo de organismos influye de manera sustancial en la supervivencia y reproducción de poblaciones enteras de otras especies dentro de sus respectivos hábitats. Todo esto les valió el apodo de ‘agentes omnipresentes de la selección natural’ entre algunos científicos.
Pero, lejos de pertenecer exclusivamente a la vida salvaje, existen al menos 300 especies de gusanos que parasitan al organismo humano, y una de cada tres personas es huésped de al menos una de ellas. Por este motivo, en los últimos años los científicos comenzaron a preocuparse cada vez más por la manera en que el cambio climático podría afectar a la propagación de enfermedades parasitarias.
Una pregunta abierta
Una de ellas es la anisaquiosis, una enfermedad infecciosa causada por el consumo en crudo o poco cocinado de pescado parasitado por larvas del nematodo Anisakis simplex. De acuerdo con un estudio realizado por la investigadora Chelsea Wood, de la Universidad de Washington (EE.UU.), la población de este parásito —que habita en aguas frías como las del Ártico— se ha multiplicado 208 veces entre 1978 y 2015.
“Apenas estamos empezando de escarbar en la superficie de [la cuestión] de si un mundo cambiante significa un aumento en las tasas de enfermedades infecciosas”, expresó Wood a Science Alert.
Los estudios sobre el tema varían en las predicciones sobre qué porcentaje de especies de parásitos están condenadas a la extinción dentro de las siguientes décadas y sobre cómo responderán al cambio climático aquellas que sobrevivan. Así, la pregunta sobre qué impacto tendrán estos organismos en la ecología global en función del cambio climático permanece abierta y necesita la urgente atención de los científicos, concluye el autor del artículo.