Aunque parezca contradictorio, el brasileño Toni Reis, un militante gay y autodefinido comunista, apuesta por el diálogo con el gobierno del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.
El 19 de diciembre, días antes de que la administración de Bolsonaro entrara en funciones, Reis, presidente de la Alianza LGBTI, una de las entidades gays más representativas de Brasil, fue invitado a una reunión con Damares Alves, quien se convertiría en la ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos.
Fue la primera vez que Reis y los representantes de otras 30 organizaciones fueron invitados por el equipo de un gobierno antes de asumir y el gesto, pese a algunos prejuicios, ayudó a dejar la resistencia a un lado.
Pese a que muchos creían que rápidamente se convertirían en la punta de lanza contra la administración de Bolsonaro, los movimientos sociales brasileños han acompañado expectantes las primeras decisiones del gobierno y estudian cómo reaccionar.
Desde la campaña presidencial la desconfianza mutua ha guiado la relación entre el presidente y diferentes organizaciones de mujeres, negros, homosexuales y LGBT e indígenas.
La elección de Bolsonaro, un exmilitar con un robusto historial de comentarios racistas y homofóbicos alimentó el temor de que su gobierno avanzara en el cercenamiento de las libertades individuales.
Y si bien algunas decisiones administrativas generaron revuelo, concluida la segunda semana de gobierno la mayor parte de las agrupaciones y organizaciones no gubernamentales que representan a las minorías se mantienen cautas.
La ministra Alves dijo que Brasil está comenzando una nueva era en la que “los niños se visten de celeste y las niñas de rosa”, en contraste a una supuesta inversión de valores que había sido promovida por los gobiernos de izquierda en los últimos años.
Brasil es uno de los países donde más homosexuales y transexuales son asesinados en el mundo. En 2018 hubo 420 muertes incluidos suicidios según un reporte del Grupo Gay de Bahía (GGB).
Luiz Mott, presidente del GGB, dijo que se creó un “pánico injustificado” ante la llegada del nuevo gobierno y, pese a estar políticamente en contra, aseguró que da un voto de confianza a Bolsonaro.
“Si bien tiene un historial de intolerancia, creo que las autoridades deben ser evaluadas desde que están en funciones. Bolsonaro prometió que los crímenes de odio tendrán la pena agravada, entonces por ahora tiene mi voto de confianza de que hará algo por nosotros”, dijo Mott.
Las controvertidas declaraciones de Bolsonaro no sólo tuvieron como blanco a los gays y las mujeres. Los negros también fueron ofendidos cuando en un discurso en 2017 dijo que los “afrodescendientes no sirven para nada, ni para recrear”.
Sin embargo, Lúcia Xavier, miembro de la Articulación de Mujeres Negras Brasileñas, adoptó la misma cautela que Mott. Su organización analiza los primeros pasos del ultraderechista para saber si “de hecho” van a afectar a la comunidad negra.
“Una cosa es lo que dicen y otra, diferente, es lo que van a hacer”, aseguró Xavier.