Las autoridades estadounidenses han elogiado la condena a Joaquín “El Chapo” Guzmán como una victoria para el pueblo mexicano. Pero en Sinaloa, estado del capo y cuna de su poderosa organización criminal, muchos residentes no esperan que bajen la violencia o el narcotráfico.
La noticia de que el jefe del cártel de Sinaloa podría pasar el resto de sus días en una prisión de Estados Unidos abrió los diarios el miércoles en la capital de la región, Culiacán, pero la mayoría prefirió tomárselo con calma mientras el comentario que bajaba de las montañas era que sus familiares estaban disgustados con el fallo.
La tasa de homicidios en Sinaloa suele estar entre las más altas de México y en 2017 alcanzó los 43,89 asesinatos por cada 100.000 habitantes, muy por encima del promedio nacional. La violencia acostumbra a estar localizada en la capital y está relacionada con conflictos entre bandas rivales sobre todo por el narcomenudeo.
Guzmán ganó notoriedad tanto en México como en el extranjero tras protagonizar dos espectaculares escapes de sendas prisiones mexicanas de alta seguridad, presuntamente ayudado por funcionarios corruptos. Los narcocorridos enaltecían sus hazañas mientras evadía a la justicia durante años.
Pero en Culiacán muchos rechazan el mito asociado a Guzmán.
″’El Chapo’ no es un personaje, es un delincuente”, aseguró Tania Venegas, vecina de Culiacán. “Por eso el narcotráfico siempre va a existir, es como una salida fácil que ven las personas”.
Guzmán se enfrenta ahora a la posibilidad de pasar décadas entre rejas en una prisión de máxima seguridad en el sur de Denver y el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, confía en que su condena sirva para demostrar a los más jóvenes que esa forma de vida, al final, no es rentable.